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23 jun 2010

Nietzsche

Crepúsculo de los ídolos (1889) pertenece a esas obras nietzscheanas que se inserta en el espacio de eufórica creatividad que antecede al colapso mental que terminará por destruir la lucidez del filósofo alemán. No obstante, como señala Andrés Sánchez Pascual;

Crepúsculo de los ídolos es, por fortuna, un libro que, pese a haberse puesto a la venta tras la autodestrucción de Nietzsche, no presenta problemas en cuanto al texto (1).

Clasificado dentro de su etapa de madurez Crepúsculo de los ídolos es ante todo una obra que recoge y recorre las principales tesis del autor. Es, por expresarlo siguiendo el relato de las tres metamorfosis anunciadas en Zaratustra, el león que rompe estatuas, pisotea fardos y dirige la critica de todos los valores establecidos. Ruge contra la filosofía kantiana y contra el cristianismo que corrompen al individuo y al mismo mundo ante su inexorable voluntad de crear otras realidades con la que evitar enfrentarse a la vida. Pero también ruge contra la ideología nacionalista alemana que cobra un impulso definitivo tras la unificación de los estados que acabaron formando el II Imperio Alemán.

“ Alemania, Alemania por encima de todo”, yo temo que esto haya sido el final de la filosofía alemana…(2)

No obstante, tras su muerte el 25 de agosto de 1900 en Weimar, su hermana Elisabeth, quien se casa con el nacionalista prusiano Föster, manipula, destacando aquellos aspectos que luego serían reivindicados por la barbarie nazi, las obras que Nietzsche había dejado listas para publicar: El Anticristo: maldición al cristianismo; Ecce Homo -texto autobiográfico- y un conjunto de apuntes manuscritos, todavía sin preparar ni revisar para ser publicados, cuyo título genérico era La Voluntad de poder. Elisabeth ayudó a su madre en Jena a cuidar a Nietzsche después de que se le diagnosticara «reblandecimiento cerebral» en un hospital de Basilea. Asimismo, tras la muerte de ésta en 1897, se hizo cargo de su hermano quien se traslado a Naumburgo y Weimar.

Además, fue la gran responsable de difundir el pensamiento de su hermano. Pero como afirma Deleuze éstos meritos se esfuman ante la suprema traición de poner las obras de Nietzsche al servicio del nacional-socialismo, hasta el punto de que 1934, en una celebración en conmemoración del noventa aniversario del nacimiento de Nietzsche, estuvo presente el mismo Hitler. Pese a lo cual, la obra nietzscheana no a podido ser domesticada por ningún domador de circo.
Ociosidad de un psicólogo es una obra nietzscheana que emerge de la necesidad intelectual de auscultar los pensamientos y principios que se han tomado hasta ahora como fuentes validas e indudables del saber. Se trata de filosofar con el “martillo” para de este modo poder diagnosticar los alcances de una enfermedad que hunde sus raíces en el odio que la mayoría de los filósofos han tenido a la noción misma de devenir, de desconfianza en los sentidos, de exacerbación de la razón, de crear mundos superiores y morales que, al igual que la gramática en el lenguaje, nos impide desembarazarnos de Dios. Se trata en última instancia de una crítica que recorre toda la modernidad y que se presentaba como una completa introducción de conjunto a su filosofía, pero, sobre todo, como el lógico antecesor de su pretendida e inacabada obra maestra; Trasvaloración de todos los valores.

...escrito que puede servir como una especie de iniciación, como algo que abra el apetito para mi Trasvaloración de todos los valores (3).


No obstante, dicho título sería posteriormente cambiado por el mismo Nietzsche, a petición de su amanuense Peter Gast, por el rotulo de Crepúsculo de los ídolos. Con ello se trataba de aumentar el impacto que la obra estaba destinada a causar entre sus lectores; al tiempo que parodiaba el título de la obra de Wagner “El crepúsculo de los dioses”, vislumbraba que los ídolos, o lo que hasta ahora había sido enunciado como verdad, se encontraba en sus últimas horas de vida. Como el mismo Nietzsche anunciaba, era el momento de hablar con claridad, quizás con excesiva claridad. Ya a finales del siglo XIX la sentencia de que Dios había muerto no era una novedad; las ciencias naturales habían reemplazado el interés religioso, la vida ya no era entendida en términos de finalidad divina, la sociedad y la historia eran entendidas y explicadas desde sí mismas. Sin embargo, Nietzsche opinaba que tras la muerte de Dios sigue quedando un residuo, “la moral de los esclavos”. A pesar de que la conciencia pública de su época había abandonado la figura de Dios, ésta seguía sufriendo la desvirtualización de la vida que la religión había cosechado. Dicho de otro modo, la ausencia de Dios había traído la decadencia;

Dividir el mundo en un mundo verdadero y en un mundo aparente, ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristianismo alevoso) es únicamente una sugestión de la décadence (4).

Por eso en los títulos que se le han otorgado a esta obra, Ociosidad de un psicólogo o Crepúsculo de los ídolos, resuena la necesidad y la urgencia de examinar la historia de la humanidad en busca de los síntomas que nos ayuden a descubrir los fantasmas que han convertido el mundo verdadero en una fábula. En cuanto al contenido de la obra cabe destacar los aforismos de su apartado Sentencias y flechas. En él las formas se vuelven pensamiento; el descubrimiento de la verdad es sustituido por la interpretación y la evaluación. Se hace patente su filosofía más pura, su pensamiento más profundo; se hace inevitable el ejercicio de otorgarle sentido a los distintos fragmentos y procurarle un valor jerárquico, se hace imprescindible pensar. En el aforismo veintiséis escribe Nietzsche;

Yo desconfió de todos los sistemáticos y me aparto de su camino. La voluntad de sistema es una falta de honestidad(5).

Nietzsche seguidamente empieza a examinar cómo el pensamiento se otorga la tarea de juzgar la vida, de oponerle pretendidos valores superiores, valores que no hacen sino limitarla y condenarla. Para hablar de ello con urgente claridad Nietzsche recurre a un ejemplo histórico conocido por todos; la figura de Sócrates. Sócrates es aquí presentado como un enfermo, un plebeyo feo que simboliza lo décadent. Un antigriego que desea morir, que niega la vida;… un payaso que se hizo tomar en serio. CIpag46. Entre estas páginas podemos leer a un Nietzsche anti-ilustrado, ya lejos de su influencia Schopenhaueriana, que apunta contra la racionalidad mutiladora que durante siglos ha negado lo pasional y sentimental; que ha amputado la vida. Asimismo, en el capitulo posterior prosigue su cruzada contra la idiosincrasia de los filósofos habidos hasta ahora que, a excepción de Heraclito, han condenado el devenir y, por tanto, el vivir. Desmiente la acusación que los intelectuales habían vertido sobre los sentidos e inculpa a éstos de falsear la pluralidad y el cambio a través de la mentira de la unidad, la coseidad, substancia… que la razón se ha encargado de construir. También arremete contra la metafísica que lo único que hace es confundir lo último y lo primero; los filósofos ponen lo más tenue y lo más vacío, los conceptos supremos, como principio de todo, como ente realísimo. En definitiva, enreda el mundo entre telarañas que simplemente ahogan la vida y esquivan la realidad, nos ata a Dios y nos hace entupidos y endebles. Han creado lo que enuncian como mundo verdadero puramente como resultado de ponerlo en contradicción con el mundo real; han convertido el mundo verdadero en una fábula. La filosofía se ha dedicado a buscar conceptos inmutables, esencias, oponiendo el “ser” al cambio; oponiéndose ella misma a la vida. Al tiempo que niegan los cambios por considerarlos engaños de los sentidos, buscan la esencia de las cosas, las arrancan de su contexto, las “deshistorizan” apartándolas de su evolución, creando fantasmas que vagan por un mundo extraño.
En el quinto capítulo Nietzsche atenta directamente contra la noción tradicional de moral. En lo relativo a la moral cristiana defiende que la Iglesia postula la más estúpida y ridícula medicina espiritual; no pregunta jamás cómo embellecer un apetito, simplemente lo extirpa. Irónicamente dice Nietzsche; es como si un medico extrajera los dientes para evitar que éstos duelan. Este modo de proceder parte de gente que, o bien son demasiados débiles, o bien están demasiado degenerados como para luchar contra un apetito e imponerle moderación. La moral cristiana es, por tanto, un elenco de leyes y doctrinas que castran la vida del hombre y lo convierte en enfermo;

La praxis de la Iglesia es hostil a la vida(6).


Pero no sólo la moral cristiana es contranatural, casi todas las morales se empeñan en perseguir aquello que precisamente debe ser fundamento de una moral sana; los instintos de la vida. No hay que ampararse en códigos absurdos que declaren valores superiores, pues, eso es simplemente una negación de la realidad. Hay que ir más allá del bien y del mal establecido por Occidente transmutando los valores y afirmando que el único valor es el de la vida, y que la única actitud válida para afrontarla es la voluntad de poder. Hacer estimaciones sobre el valor de la vida y establecer normas en sí, es situarse por encima de ella y negar que sea la vida misma la que realmente valora a través de nosotros. Asimismo, la moral formulada por Schopenhauer, como negación de la voluntad de vivir, es un absurdo que se ha convertido en una epidemia mental que ha dejado secuelas que atraviesan toda la cultura occidental. La filosofía kantiana y el idealismo alemán es sólo una especificidad de dicho brote. La moral y la religión incurre en una autentica corrupción de la razón. En el sexto apartado titulado Los cuatro grandes errores, Nietzsche recorre los principales equívocos que se han cometido y se siguen cometiendo en la historia de la humanidad. El primero de los cuales es confundir la causa con la consecuencia. La Iglesia y la ética han cometido una y otra vez esta falta de lucidez, este padecimiento espiritual que atenúa al hombre hasta ocultarlo entre sombras y fantasmas. Tanto la religión como la moral te dictan lo que debes y no debes hacer para lograr ser feliz, o al menos, para ser un hombre o una mujer virtuosa; este imperativo, calificado por Nietzsche como “el gran pecado original de la razón”, incurre gravemente en la necedad de confundir la causa con la consecuencia; es más bien al revés, si eres feliz serás virtuoso. Y es que, como afirma el autor, todo lo bueno es instintivo y, por tanto, necesario. Mientras que todo lo malo es consecuencia de una degeneración de los instintos. Así, pues, no se trata de que seas malo porque no cumples los mandamientos de una determinada religión, al contrario. Tu debilidad reside en no seguir tus propios instintos y abandonarte a los dictámenes de una moral esquizofrénica que crea valores superiores. El segundo error expuesto en este apartado es el de creer en una causalidad falsa. Como explica Nietzsche siempre hemos creído que nosotros mismos éramos causa de nuestra voluntad, o que las causas de una acción habría que buscarla como motivos en nuestra conciencia. Incluso que el yo era causa del pensamiento. No obstante, todas estas aseveraciones son resultado de una causalidad falsa que parte de la creencia de que nuestras acciones son libres. Sin embargo, ya no es posible asegurar que nuestra voluntad sea la responsable y la causante de nuestras acciones;

El “mundo interior” está lleno de fantasmas y de fuegos fatuos; la voluntad es uno de ellos. La voluntad no mueve ya nada, por consiguiente tampoco aclara ya nada- simplemente acompaña a los procesos, también puede faltar(7).

El tercer error es el denominado error de las causas imaginarias. El ser humano necesita buscar causas que expliquen su estado de ánimo en un determinado momento. No obstante, no ahondamos en las causas que explican por qué nos encontramos mal o bien, simplemente recurrimos a un proceso mucho más fácil; recordar estados anteriores de igual especie y sus causas aparentes. Con ello lo que logramos no es averiguar las causas últimas, sino establecer correlaciones como si fueran causas. Y ello se debe a que es más reconfortante reducir algo desconocido (la causa real) a algo conocido (el recuerdo de una situación similar). Es decir, el miedo a lo desconocido nos impide indagar realmente sobre las causas que nos produce un estado de ánimo determinado y, por eso, recurrimos al recuerdo para inferir de situaciones anteriores similares las causas de los estados de ánimo actuales. Con todo lo cual, sólo logramos crear causas imaginarias; extraemos de las habitualidades causas. En este punto, el autor vuelve a incidir en que la Iglesia y las morales de la época se nutren de este error;

Se confía en Dios porque el sentimiento de plenitud y de fuerza le proporciona a uno calma(8).

No es que la causa de la plenitud y de la calma sea la existencia y benevolencia de Dios, sino que cuando una persona de fe se siente de este modo tiende a pensar en Dios. Dicho de otro modo, el estado de conciencia es confundido con la causalidad de ese estado. El último error aludido es el error de la voluntad libre. Esta falta e injusticia queda otra vez referida al ámbito religioso, en especial al cristiano. Nietzsche sostiene que la idea de una voluntad libre nace de la demanda de los teólogos de buscar culpables y castigarlos. Sólo se es libre para poder así responsabilizar a la humanidad. Se responsabiliza a hombres y mujeres del devenir como si el origen de toda acción fuera la conciencia y la intención. En el seno de la cuestión ondea el ansia de los sacerdotes de culpar y castigar a quienes a ellos se les antoje, de dominar. En Los “mejoradotes” de la humanidad, el autor trata propiamente qué debe exigirse a un filósofo. Éste debe situarse más allá del bien y del mal, debe alejarse de cualquier moral, pues todo juicio moral tiene en común con el juicio religioso el creer en entelequias;
El juicio moral, lo mismo que el juicio religioso, corresponde a un nivel de ignorancia en el que todavía falta el concepto de lo real, la distinción entre lo real y lo imaginario: de tal manera que, en ese nivel, la palabra “verdad” designa simplemente cosas que hoy nosotros llamamos “imaginaciones” (9).

Nietzsche ya no sólo se refiere al cristianismo, sino que amplia su feroz rugido hacia la moral y la religión indias. En concreto, al Código de Manú;

¡Qué miserable es el “Nuevo Testamento” comparado con Manú, qué mal huele!- Pero también esta organización tenía necesidad de ser terrible…(10)

Ahora bien, en este apartado Nietzsche ha querido, en un tono sarcástico, poner en claro el germen que desde dichas morales niega la vida y que transforma a los hombres y mujeres que las profesan en seres enclenques y débiles; sin instintos. No obstante, se sirve de estos ejemplos concretos para sacar a la luz el carácter enfermizo de toda moral. No se trata, pues, de una critica a dichas doctrinas, sino de una guerra abierta contra cualquier moral;

Todos los medios con los que se han pretendido hasta ahora hacer moral a la humanidad han sido radicalmente inmorales(11).

Con este bloque termina el continuo asedio con el que Nietzsche ha atacado al reino de la moral y de la religión; el león se relame con orgullo sus pesuñas llenas de sangre y contempla todo lo que queda por hacer.
En el apartado siguiente Nietzsche realiza una melancólica critica que, al tiempo que reprocha a Alemania su incursión el la “gran política”, añora el espíritu del que dicha nación gozó;

Se paga caro el llegar al poder: el poder vuelve estúpidos a los hombres… Los alemanes -en otro tiempo se los llamo el pueblo de los pensadores; ¿continúan pensando hoy?-(12.

Los dos sucesivos puntos es realmente un ajuste de cuentas con los autores de su época y del pasado. Además, de un avance sobre sus pensamientos sobre la estética y el arte. Asimismo, aprovecha la ocasión para criticar la modernidad y la noción moderna de libertad; al final sólo se salva Goethe.
En el último apartado Nietzsche vuelve a recuperar una gramática casi poética para, desde su martillo, dejar sentadas la necesidad de una filosofía dura que golpee los cimientos hasta que caigan todos los falsos ídolos; hasta que el mundo se vuelva real; una filosofía que prescriba y salve al hombre del envenenamiento y la calumnia a la que la moral lo ha sometido al debilitar sus instintos, al negar la vida. Como hemos dicho anteriormente, Nietzsche pretende derribar a martillazos las estructuras en las que los falsos ídolos se levantan. Para ello emplea su más aguda, y a veces irónica, critica sobre quienes, perturbados por la esquizofrenia más terrible, crean mundos paralelos y valores superiores con los que huir de la realidad. Por eso, propone una ética basada en un individualismo guiado por los instintos que sea capaz de enfrentarse a la vida desde la vida misma. Es decir, un sujeto realmente libre y autónomo que no recurra temerosamente a leyes morales dictadas a priori por otros. En definitiva, una persona que no tema a la vida. No obstante, hay que señalar que Nietzsche no concibe la libertad en el mismo sentido que Kant, pero tampoco como la enunciaba el idealismo alemán. No se trata, por tanto, de un subjetivismo absoluto u originario, sino de un individualismo que se define en cuanto a su autonomía e independencia a la hora de decidir y responsabilizarse de sus acciones en la vida; de sus instintos. Nietzsche ha tenido una repercusión enorme a lo largo de la historia. Autores como Georg Simmel, Max Scheler, Ludwig Klages, Karl Jaspers, Martin Heidegger, Georges Bataille, Albert Camus, Gilles Deleuze,Michel Foucault, Jürgen Haberlas, Gianni Vattimo, Jacques Derrida, Sarah Kofman, por nombrar a algunos, han escrito sobre él; lo cual nos da una clara impresión de la importancia actual de la obra nietzscheana. No obstante, ciertos filósofos le han recriminado su escasa formación filosófica. Pero como afirma Heidegger, Nietzsche más que un filósofo es un gran “pensador”; lo cual, en términos heideggarianos, viene a convertirse en un atributo más excelente que el primero. Pese a todo, el valor real que se le otorga al pensamiento del filólogo alemán no se debe tanto a sus afirmaciones como a su perspicaz análisis y su sorprendente pronóstico sobre el nihilismo. Sin embargo, creo que sus aseveraciones adquiere una valía inconmensurable si sabemos leer entre sus manuscritos no tanto lo que dice explícitamente como lo que no dice; su vitalismo, su amor a la vida y su fe en el individuo, son dignos de ser leídos y apreciados. Tal vez, la apropiación nazi de algunas de sus ideas y su fuerte – y a veces casi grosera- manera de tratar la individualidad, podría darnos una imagen muy equivocada de su filosofía. Sin embargo, considero que la obra de Nietzsche es una importante y hermosa contribución a la humanidad.




Notas:


1. Deleuze, Gilles, Nietzsche. Arena Libros, Traducción de Isidro Herrera y Alejandro del Río con una selección de textos de Nietzsche preparada por Pilles Deleuze. 2006, pág. 21.
2. Nietzsche, Friedrich Wilhelm, Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo, Alianza, Introducción, traducción y notas por Andrés Sánchez Pascual, Madrid,1975. pág. 84.
3. Véase la correspondencia mantenida con Peter Gast el 20 de septiembre de 1888; Friedrich Nietzsche, Correspondencia (Junio 1850 – Abril 1869), Vol: I, Trotta, Edición y traducción de Luís Enrique de Santiago Guervós. Madrid. 2005.
4. Nietzsche, Friedrich Wilhelm, Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo, Alianza, Introducción, traducción y notas por Andrés Sánchez Pascual, Madrid, 1975. pág. 56.
5. Ibidem. pág. 38.
6. Ibidem. pág. 60.
7. Ibidem. pág. 70.
8. Ibidem. pág. 74.
9. Ibidem. pág. 77.
10. Ibidem. pág. 79.
11. Ibidem. pág. 81.
12. Ibidem. pág. 84.



Bibliografía:


• Nietzsche, Friedrich Wilhelm, Crepúsculo de los ídolos o Cómo se filosofa con el martillo, Alianza, Introducción, traducción y notas por Andrés Sánchez Pascual, Madrid,1975.
• Deleuze, Gilles, Nietzsche. Arena Libros, Traducción de Isidro Herrera y Alejandro del Río con una selección de textos de Nietzsche preparada por Pilles Deleuze. 2006.
• Friedrich Nietzsche, Correspondencia (Junio 1850 – Abril 1869), Vol I, Trotta, Edición y traducción de Luís Enrique de Santiago Guervós. Madrid. 2005.
• Gianni Vattimo, El Sujeto y la máscara : Nietzsche y el problema de la liberación. traducción de Jorge Binagui. Barcelona. 1989.
• Michel Foucault. Nietzsche : la genealogía, la historia..Pre-Textos. Traducción de José Vázquez Pérez. Valencia. 1988.

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